jueves, 29 de mayo de 2014

1946: HÉROES DE PAPEL HIGIÉNICO

LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA

Título original: The best years of our lives
Año: 1946
País: EE.UU.
Duración: 163 min.
Fecha de estreno en España: 18 de marzo de 1947
Director: William Wyler
Guión: Robert E. Sherwood, según la novela "Glory for me", de Mackinlay Kantor
Música: Hugo Friedhofer
Montaje: Daniel Mandell
Fotografía: Gregg Tolland
Productor/es: Samuel Goldwin
Compañía: MGM
Intérpretes: Dana Andrews, Fredric March, Myrna Loy, Harold Russell, Teresa Wright, Virginia Mayo, Cathy O'Donnell, Hoagy Carmichael et al.

Ganadora de 7 Oscar: película, director, guión adaptado, actor, actor secundario, montaje, música


Homer, Al y Fred son tres soldados que, finalizada la II Guerra Mundial, se disponen a volver a sus hogares. Tras largos años en el frente, muchos han sido los momentos duros que les ha tocado vivir, por lo que ansían volver a ver a sus familias y comenzar junto a ellas una nueva vida. Sin embargo, al llegar a Estados Unidos descubrirán que muchas cosas ya no son como antes, por lo que comenzarán a sentirse unos auténticos extraños en su propia tierra.

La guerra siempre ha sido un asunto "comodín" para los cineastas. Bajo su trasfondo se han realizado filmes de acción, históricos, policíacos, negros o incluso cómicos. De hecho, muchas de las mejores películas de la historia de los Óscar -como "Lo que el viento se llevó", "Casablanca", "Sin novedad en el frente", "El puente sobre el río Kwai" o "Lawrence de Arabia"- se desarrollan en el marco de una guerra. Esto no es nada descabellado: tengamos en cuenta que el cine se desarrolló fundamentalmente en el siglo XX, considerado por los historiadores como "el siglo de las guerras". Sin embargo, nunca -o muy pocas veces- el séptimo arte nos ha contado qué sucede con los soldados cuando llega la paz y tienen que regresar a sus casas: cómo hacen esos hombres para afrontar algo tan extraño para ellos como es un mundo sin guerra, cómo intentan pasar la página del horror y el miedo para lograr volver a ser los de antes.

Como para todo hay una primera vez, en el año 1945 se estrenó una cinta que habla justamente de esto mismo. Su título es "Los mejores años de nuestra vida", y posiblemente sea una de las mejores películas de la historia del cine. No en vano ganó lo que se podría considerar el triplete de los premios cinematográficos: el Oscar a la mejor película, el Globo de Oro al mejor drama y un BAFTA a la mejor película. El público también la recibió con buen ánimo, logrando recaudar nada más y nada menos que más de 11 millones de dólares de aquella época (plena posguerra) el día de su estreno. Además, fue pionera en el subgénero cinematográfico que habla de las dificultades que tienen los militares cuando regresan con los suyos una vez acabado el conflicto.


Algunos se sorprenderán -y se asustarán- al ver su excesiva duración: casi 180 minutos. Aun así, creedme si os digo que ni uno solo de ellos está desaprovechado: si la anterior ganadora era una película sostenida fundamentalmente en la asombrosa interpretación de Ray Milland, en esta no hay un solo aspecto que destaque por encima de los demás. En "Los mejores años de nuestra vida" todo, absolutamente todo, tiene sentido: las interpretaciones, el montaje, la fotografía, la dirección, la música, el sonido... Vemos una escena en la que los actores se dejan el alma y, en la siguiente, es el director el que da lo mejor de sí; asistimos a una escena cómica con un ritmo frenético y, acto seguido, a otra de un dramatismo arrebatador y tempo calmado... Y todo ello sin desentonar un ápice, con una fluidez narrativa realmente sobresaliente.

Ni que decir tiene que el reparto de "Los mejores años de nuestra vida" -sin atesorar grandes estrellas- es asombroso, destacando sobre todo sus tres protagonistas varones. En primer lugar, tenemos a Dana Andrews (que no os confunda su nombre), magnífico en el papel de Fred Derry, un aviador que, al retornar a su casa, descubre que su despampanante chica permanece a su lado tan solo para presumir de novio-héroe de guerra: en cuanto guarda el uniforme, ella le pide que se lo ponga; en cuanto deja de cobrar la pensión que le daba el ejército y debe ponerse a trabajar de heladero (hay una sutil diferencia entre ser general y vender helados) ella decide abandonarlo. El segundo en discordia, Fredric March, borda el papel de Al: un personaje al que todo le va bien -pues cuenta con una esposa que le ama y unos hijos maravillosos- pero que, sin embargo, debe desempeñar un trabajo que le desagrada: conceder préstamos a veteranos de guerra (es decir, a sus antiguos compañeros de armas), con todo lo que ello supone para tratar de olvidar sus días en el frente. Esta interpretación le valió a March un merecidísimo Oscar al mejor actor principal.

Pero de todos los personajes que componen "Los mejores años de nuestra vida", sin duda el más espeluznante es el de Homer: un marino que perdió las dos manos en un accidente naval y que, al volver a casa, atormentado por lo que puedan pensar los demás sobre su aspecto físico, se aísla completamente del mundo, hasta el punto de poner en peligro la relación que mantiene con Wilma, una chica tímida e inmadura. El papel está interpretado por Harold Rusell, actor amateur y mutilado de guerra auténtico: los ganchos que le hacen las veces de manos, para el asombro de todos, son reales, tal y como demuestran las fotos que le hicieron cuando subió a recoger el Óscar al mejor actor secundario, al cual sumó el honorífico que obtuvo unos minutos después (la Academia quiso premiar a todos los veteranos de la II Guerra Mundial a través de él), convirtiéndose así en el único intérprete en la historia de estos premios en ganar dos estatuillas por el mismo papel. Según cuentan, William Wyler -el director de la película- le descubrió en un documental sobre los veteranos de la guerra y decidió contratarlo para su siguiente proyecto, que fue este. Tras el papel de Homer, Rusell se convirtió en un símbolo, por lo que decidió colaborar con distintas asociaciones en defensa de los minusválidos y los mutilados de guerra.

El resto del reparto -compuesto en su totalidad por mujeres- también roza la perfección: Myrna Loy y Virginia Mayo interpretan, respectivamente, a las esposas de Al y Fred, ambas con gran eficacia; Cathy O'Donnell, en el papel de Wilma, la novia de Homer, derrocha amor y ternura por los cuatro costados. Pero si hay una actriz que sobresale es, por supuesto, mi adorada Teresa Wright, en un papel de una complejidad extrema: comienza siendo una educada, tierna y sencilla ama de casa y termina convirtiéndose en un alma destrozada por un amor no correspondido. Francamente, es lamentable que ganase el Óscar por su insulso papel en "La señora Miniver" y que en esta película no estuviese siquiera nominada.

Con todo, como he dicho anteriormente, no solo de actores vive "Los mejores años de nuestra vida": su apartado técnico es, sencillamente, magistral. William Wyler, después de su lamentable participación en "La señora Miniver", se resarce con esta película, demostrando una maestría narrativa solo al alcance de los elegidos. El montaje, la fotografía, la música e incluso el sonido son juguetes en manos del realizador germano-estadounidense, quien alcanza la cima de su destreza en la escena final de la boda, una secuencia que debería ser objeto de estudio en todas las escuelas de cine del mundo.

En resumen: "Los mejores años de nuestra vida" es un producto cinematográfico sin fisuras, donde todo está calculado al milímetro, narrativamente muy versátil (tiene secuencias cómicas, dramáticas, musicales, trágicas, grotescas...), con un plantel de actores que pone el alma en cada plano y una historia escalofriante que hace reflexionar al espectador (¿cómo es posible que unos seres humanos se encuentren más a gusto en el campo de batalla que en su propia casa?). De obligado visionado.

A continuación, la película completa en su versión doblada al castellano.




 by Chuparrocas

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