domingo, 18 de enero de 2015

1976: EL TRIUNFO DEL SUEÑO AMERICANO

ROCKY

Título original: Rocky

Año: 1976
País: EE.UU.
Duración: 114 min.
Fecha de estreno en España: 3 de octubre de 1977
Director: John G. Avildsen
Guión: Sylvester Stallone
Música: Bill Conti
Montaje: Richard Halsey
Fotografía: James Crabe
Productores: Irwin Winkler y Robert Chartoff
Compañía: United Artists
Intérpretes: Sylvester Stallone, Talia Shire, Burt Young, Carl Weathers, Burgess Meredith, Thayer David, Joe Spinell et al.

Ganadora de 3 Oscar: película, director, montaje


El boxeador Apollo Creed, campeón de peso pesado, se juega la renovación de su título en Philadelphia. Todo el mundo está pendiente del evento, es el combate del siglo. Sin embargo, su rival tiene la mala suerte de lesionarse a cinco semanas de la pelea. Desesperados, sus patrocinadores buscan por todo el país a un contrincante de garantías que sea capaz de ponerse en forma en tan poco tiempo. Al no encontrar a nadie, Apollo decide poner en práctica una genial idea: enfrentarse a un esparrin. De esta manera, matará dos pájaros de un tiro: tendrá un rival fácil de derrotar y al mismo tiempo se ganará el corazón de la gente al darle una oportunidad a un boxeador amateur. El afortunado es Rocky Balboa, "El Potro Italiano", un chaval de barrio que trabaja como "chico de los recados" para un mafioso local y practica el boxeo en sus ratos libres. Rocky recibe la noticia sin entusiasmo, pero, aun siendo consciente de que no tiene ninguna posibilidad, decide entrenar duro para demostrarles a sus amigos, que no paran de burlarse de él, que es capaz de plantarle cara al campeón.

La historia del Séptimo Arte nos ha brindado episodios singulares en los que un largometraje que pasa de puntillas por las salas acaba transformándose en todo un fenómeno social. Tal es el caso de "Rocky", la mejor película de 1976; una cinta que se estrenó sin mucha parafernalia pero que, pese a todo, terminó convirtiendo a su protagonista en un icono contemporáneo y a su actor principal en una megaestrella. Tan es así que, a lo largo de los últimos 30 años, ha conocido ni más ni menos que seis continuaciones. Sin embargo, todo esto siempre me ha llamado la atención, ya que las virtudes cinematográficas de "Rocky" son bastante escasas, por lo que es difícil explicarse cómo es posible que haya podido alcanzar tamaña popularidad entre el público.

Lo primero que llama la atención en "Rocky" es que su guion es obra de Sylvester Stallone, un actor cuyas dotes interpretativas son mínimas, por no decir nulas. Lo segundo es que Sly -tal y como él mismo se ha encargado de afirmar en varias ocasiones- tardó solo tres días en terminarlo. De ser cierta tal cosa (la historia está ahí, para el que quiera creérsela), esta sería la única muestra de genialidad de la cinta, pues "Rocky" no destaca demasiado en ningún aspecto. Y -¡ojo!- con esto no estoy diciendo que sea una mala película. Antes al contrario, "Rocky" es un filme muy entretenido: está rodado con soltura, tiene un guion muy original y emotivo, y su desenlace posee una intensidad que realmente corta la respiración. Sin embargo, pese a todo, la película no deja de ser una obra del montón; un drama -podríamos decir- "de sobremesa".

Entonces, ¿cuál es la razón de su éxito? Pues muy sencillo: la película de John G. Avildsen habla de un tema que a los americanos les pirra: el autobombo. "Rocky" no es más que la historia de un mindundi (un loser, como se diría hoy en día) que logra tocar la gloria durante unos instantes. Es decir, lo que en el país del rock y las hamburguesas llaman "el sueño americano". Lo que pasa es que, en este caso en particular, tenemos una variante un poco peculiar de dicho sueño: un chico de provincias que saca de quicio a todo un símbolo del "americanismo", tal y como podemos deducir a raíz de la indumentaria de Creed: calzón con barras y estrellas y chistera al estilo tío Sam. ¿Cómo va a acabar un mierda un tipo cualquiera con el Imperio? ¡Ni de coña! ¡Eso es inconcebible! De ahí que el combate se termine saldando con la victoria de Apollo, porque una derrota suya significaría la derrota -metafóricamente hablando- de todo el país. Y es que, tal y como afirma Patton en el prólogo de la película de Schaffner, los americanos nunca pierden porque la sola idea de perder les aterra. El sueño americano, la tierra de las oportunidades, el triunfo del imperialismo estadounidense... ¿Entendéis ahora por qué los productores de la MGM-UA aceptaron un guion escrito en 3 días? Onanismo puro y duro.

Pero todo esto tan solo es una razón que explicaría el aplastante triunfo de "Rocky" en los Oscars de 1977, al menos desde mi punto de vista. El otro motivo lo encontramos en un hecho un tanto peculiar: ese mismo año, un joven realizador que obedecía al nombre de Martin Scorsese y que había dirigido unas cuantas pelis muy raras obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cannes con un rompedor filme sobre un tipo que pierde la cabeza tras volver de Vietnam que se titulaba "Taxi Driver". Y ahora, responded con sinceridad: en la sociedad americana post-Vietnam, ¿qué va a preferir la Academia de Holywood: un filme que critica las consecuencias sociales de una guerra que acababa de terminar, reconociendo así un manifiesto fracaso político; u otro que, por el contrario, exalta los valores patrios por encima de cualquier cosa? La respuesta está clara.

Así, "Rocky", una intensa película de acción muy trabajada, se convirtió en la triunfadora de los Oscar de 1976. Merecidamente si tenemos en cuenta el fenómeno social que supuso y aún supone; pero inmerecidamente si la ponemos en relación con la obra maestra de Scorsese, de la que está a años luz. La primera, en la frente.

by Chuparrocas

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