miércoles, 26 de noviembre de 2014

1966: PERDER EL ALMA Y GANAR EL MUNDO

UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD

Título original: A man for all seasons
Año: 1966
País: Gran Bretaña
Duración: 115 min.
Director: Fred Zinnemann
Guión: Robert Bolt, según su propia obra de teatro
Música: George Delerue
Montaje: Ralph Kemplen
Fotografía: Ted Moore
Productor/es: Fred Zinnemann
Compañía: Columbia Pictures
Intérpretes: Paul Scofield, Orson Welles, Vanessa Redgrave, Robert Shaw, Wendy Hiller, Leo McKern, Susannah York et al.

Ganadora de 6 Oscar: película, director, guión adaptado, actor, fotografía, diseño de vestuario

El rey Enrique VIII de Inglaterra está casado con Catalina de Aragón, viuda de su hermano Arturo. No obstante, la imposibilidad de obtener de ella un heredero hace que el rey desee desposar a su amante, Ana Bolena, con lo que deberá divorciarse antes de su actual esposa. Sin embargo, para ello necesita el permiso del Papa, quien no está dispuesto a dárselo. Por eso, cuando el humanista Tomás Moro, miembro del consejo real y fiel amigo del monarca, es nombrado canciller, Enrique intentará convencerlo por todos los medios de que influya en el Santo Padre para que este le conceda, por fin, la deseada bula. Pero Moro, profundamente creyente, se niega a seguir el consejo del rey, creándose de este modo entre los dos una cruel enemistad. Finalmente, el monarca logra casarse con su amada Ana al autoproclamarse máxima autoridad de la recién creada Iglesia Anglicana. Sin embargo, Moro no aprueba dicha decisión y se niega a reconocer a Enrique VIII como máxima autoridad eclesiástica, con lo que el monarca, pese a la inmensa lealtad que el humanista siempre le ha profesado, inicia una persecución contra él, acusándole de alta traición a la Corona.

Como ya vimos en este blog, la mejor película de 1937 fue "La vida de Emilio Zola", un filme sobre el autoritarismo de un gobierno militar -que además cuenta con la peculiaridad de no haber sido estrenado en España-. En él se contaba la historia de un literato que luchaba contra la injusticia de un sistema corrupto. Casualmente, 29 años después, el Oscar a la mejor película lo ganó un filme con el mismo argumento, solo que estaba realizado en color y en otro país. Su título era "Un hombre para la eternidad"; el escritor del que se hablaba, el filósofo Tomás Moro; y la autoridad a la que se enfrentaba dicho escritor era el propio rey Enrique VIII.

"Un hombre para la eternidad" (no confundir con "De aquí a la eternidad", filme dirigido también por Zinnemann) está basado en una obra de teatro, de manera que, como suele ocurrir en estos casos, todo el peso de la película está sustentado en el texto y –especialmente- en las interpretaciones. Desde el actor principal (enorme Paul Scofield) hasta los secundarios más secundarios, todos están de maravilla. Incluso las breves apariciones de Robert Shaw como Enrique VIII y de un gran (en todos los sentidos) Orson Welles como cardenal Wolsey son de alta escuela interpretativa.

El guion de Robert Bolt (autor de la obra de teatro en la que se basa la cinta), como he dicho más arriba, también es de categoría, destacando sobre todo la parte relativa al interrogatorio: la escena en la que Moro deja sin argumentos a sus enemigos empleando tan solo las palabras está escrita de manera insuperable. Y es que, a diferencia de lo que ocurría en "La vida de Emilio Zola", en donde la parte relativa al tribunal abarcaba casi la totalidad del metraje, aquí el interrogatorio tan solo ocupa los últimos 10 minutos de cinta. El resto no es más que la descripción de los personajes y sus motivaciones, en particular las de Moro: cuáles son sus ideas y por qué decide oponerse a la voluntad del rey aun a riesgo de perder su propia vida.

En resumen: “Un hombre para la eternidad” es un auténtico peliculón que cuenta con grandísimos intérpretes, tanto en papeles principales como secundarios (atención a la bella Susannah York y a un jovencísimo John Hurt), y con un guion muy sólido que toca temas tan universales como son la lucha por la justicia o el poder de la razón. Un filme tremendamente intenso.

by Chuparrocas

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