domingo, 28 de septiembre de 2014

1958: UN MUSICAL EN PARÍS (vol. 2)

GIGÍ

Título original: Gigi
Año: 1958
País: EE.UU.
Duración: 115 min.
Director: Vincente Minelli
Guión: Alan Jay Lerner, según la novela homónima de Collete
Música: Frederick Loewe
Montaje: Adrienne Fazan
Fotografía: Joseph Ruttenberg
Productor/es: Arthur Freed
Compañía: MGM
Intérpretes: Leslie Caron, Maurice Chevalier, Louis Jordan, Hermione Gingold, Jacques Bergerac, Eva Gabor et al.

Ganadora de 9 Oscar: película, director, guión adaptado, montaje, fotografía, música, canción, dirección artística, diseño de vestuario


París. Año 1900. Gastón es el soltero de oro de la ciudad: guapo, elegante, rico, heredero de una gran empresa... Sin embargo, su vida es demasiado aburrida: todo son lujosas fiestas de postín y viajes de cara a la galería. Por eso, siempre que puede, acude a visitar a Mami, una vieja amiga de la familia y tutora de Gigí, una vivaz joven cuya energía y talante rebelde hacen que Gastón se olvide de su monótona existencia. El afecto que siente por la muchacha es puramente amistoso. Sin embargo, Gigí ya ha dejado de ser la niña de antaño, y gracias a las lecciones de protocolo que le ha impartido su abuela parece una auténtica mujer. Es por eso que Gastón comienza a sentir algo por ella... Pero Gigí no está dispuesta a sacrificar su vida de libertad para convertirse en una señorita burguesa obligada a cumplir las normas sociales.


Cuando la película empieza y uno ve este vídeo se queda un tanto noqueado. ¿Un señor mayor dando las gracias a Dios por las niñitas? ¡¡Una película que hace apología de la pederastia!! Luego, cuando conocemos mejor al personaje de Honoré descubrimos que simplemente es un mujeriego encantado de vivir. Aun así, esta introducción no deja de tener un regusto un tanto amargo, creando en el espectador una especie de enemistad hacia la película. Lo peor de todo es que, a medida que se desarrolla la cinta, nos damos cuenta de que no se trata de una anécdota, y comienza a asentarse en nosotros una amarga sensación de repulsa. Una repulsa que alcanza su clímax en la escena en la que la abuela de Gigí enseña a su nieta cómo debe actuar correctamente si quiere complacer a su marido. En ese momento sabemos de qué va la película y deseamos con todas nuestras fuerzas que acabe siendo todo lo contrario.

El caso es que los motivos para la esperanza son reales, principalmente gracias a dos personajes. El primero es la encantadora Gigí (interpretada por la guapísima Leslie Caron, que ya participó anteriormente en otra película del propio Minnelli premiada con el Óscar: "Un americano en París"), una adolescente que sólo piensa en disfrutar de la vida, jugar y divertirse: la antítesis de lo que representaba la sociedad francesa de los albores del siglo XX. El segundo es Gastón Lachaille (Louis Jourdan), un joven burgués cansado de su vida alocada de desenfreno y portadas de revistas, que necesita la compañía de Gigí para poner los pies en el suelo. Ambos nos gustan porque son dos outsiders, dos personajes que se desmarcan de los patrones sociales de la burguesía parisina del 1900, y tenemos la esperanza de que puedan terminar cumpliendo sus deseos. Pero cuando uno presencia el desenlace de la película no puede hacer otra cosa que desilusionarse, aunque al final termine triunfando el amor. Y, ¡ojo!, no estoy diciendo que no me guste que el amor triunfe, sino que en "Gigí" el final es totalmente previsible: todos ganan, es decir, continúan llevando una vida monótona, anodina y burguesa, acorde con las normas establecidas -y tan dudosamente éticas- por la sociedad europea del XIX.

Si al menos el resto de la cinta mereciese la pena el resultado será distinto, pero es que no es así. Las canciones son bonitas, pero todas son exactamente iguales, salvo la del vídeo que abre la entrada y la divertida "The night they invented champagne". Ni siquiera el tema "Gigí" (que ganó misteriosamente el Óscar a la mejor canción) creo que aporte algo interesante, pues a pesar de ser bastante bello, es un refrito del resto de temas. No comprendo tampoco los Oscar al montaje y la fotografía, toda vez que el único plano digno de destacarse (el de la fuente, al final de la cinta) dura 5 segundos. Dicho esto, entenderéis por qué "Gigí" es una de las cintas que más incomprensiblemente ganó el número de Óscars que ganó (ni más ni menos que 9), máxime cuando ese mismo año se estrenó la magistral -y orsonwelliana- "Sed de mal", que no estuvo siquiera nominada. Son esas cosas que solo puede explicar Íker Jiménez.

En definitiva: la mejor película de 1958 es un filme poco recomendable. No es aburrido, porque sus personajes son algo simpáticos y vives con la esperanza de que todo acabe bien, pero sí que puede dejar un regusto un tanto amargo en los espectadores de principios del siglo XXI.

QUIZÁS TAMBIÉN TE INTERESE: 1957: SILBANDO AL TRABAJAR

No hay comentarios: