viernes, 12 de septiembre de 2014

1955: LOS FEOS TAMBIÉN CUENTAN

MARTY

Título original: Marty
Año: 1955
País: EE.UU.
Duración: 94 min.
Director: Delbert Mann
Guión: Paddy Chayefsky
Música: Roy Webb
Fotografía: Joseph La Selle
Productor/es: Harold Hetch
Compañía: MGM
Intérpretes: Ernest Borgnine, Betsy Blair, Esther Minciotti, Joe Mantell, Karen Steele, Jerry Paris et al.

Ganadora de 4 Oscar:película, director, guión, actor




Marty es un modesto carnicero de Nueva York que, con 35 años, aún vive con su madre. Toda la gente que conoce su situación le critica por no tener aún pareja, y más cuando todos sus hermanos ya se han casado. Pero es que Marty no es muy agraciado físicamente y tras todos los intentos infructuosos de encontrar novia a lo largo de su vida, ha llegado un momento en el que se ha resignado a ser soltero para siempre. Sin embargo, una noche, en un baile, conoce a Clara, una chica no demasiado atractiva pero que resulta ser su alma gemela. Ambos se enamorarán perdidamente, algo que creían que ya nunca podía suceder. Sin embargo, Marty, a partir de ese momento, deberá afrontar un grave problema: emanciparse y abandonar una vida a la que ya estaba acostumbrado, aun a riesgo de herir a muchas personas que él ama y ha amado siempre, entre ellas su anciana madre.

De todos es sabido que el canon de belleza al que nos tiene acostumbrados Hollywood es bastante artificial. En sus romances normalmente encontramos al chico y a la chica más guapos de la ciudad viviendo una apasionante historia de amor -en ocasiones algo difícil- que siempre acaba bien. Pese al indudable éxito comercial de esta fórmula -baste solo echar un vistazo al fenómeno "Crepúsculo"- también existen espectadores que ya están (estamos) hartos de semejante engañifa. Para todos ellos es para quienes está hecha la considerada mejor película de 1955: "Marty", una cinta desconocida para el gran público pero con una historia muy interesante y con mucho jugo: el drama vital de un hombre corriente que, en la madurez de su vida, aún no ha encontrado pareja. Algo completamente diferente a lo que estamos acostumbrados a ver.

Lo que hace de "Marty" una película realmente interesante es su personaje principal: un hombre que lo tiene todo para fracasar en la vida amorosa: es gordo, es feo y tiene un trabajo sucio y mal remunerado. Además, todos sus hermanos se han casado, mientras que él, con 35 años, sigue soltero y viviendo con su madre; una circunstancia de la que se avergüenza pero que trata de ocultar bajo el manto de la resignación. La secuencia inicial de la carnicería, sencilla pero a la vez impactante por el significado que encierra, describe perfectamente esta situación. A esto hay que sumarle el hecho de que Marty es el típico amiguete al que los colegas encasquetan a la chica más fea para librarse de ella, papel que el muchacho trata de desempeñar de la forma más digna posible. Por lo tanto, en Marty tenemos al clásico antihéroe: un individuo atormentado por su estatus y dejado de lado por sus amigos, pero que, no obstante, ni se lamenta ni guarda rencor. Antes al contrario: lo lleva todo con una tranquilidad pasmosa y con una sonrisa en los labios. El de Marty es un papel tremendo, lleno de dramatismo, angustia e intensidad que el gran (en todos los sentidos) Ernest Borgnine encarna con una eficacia impresionante. No en vano, dicha interpretación le valió el único -y merecido- Óscar de su carrera.

Sin embargo, lo que convierte a "Marty" en una película indispensable no está tanto en los peculiares -e innovadores- rasgos de su protagonista o en la relación amorosa entre este y Clara (la deliciosa Betsy Blair) sino en cómo su romance afecta a los que están a su alrededor, principalmente a dos personajes. Uno es su madre, primero ansiosa por ver por fin a su hijo mayor casado y más tarde temerosa de que esto suceda, pues es consciente de que, en el momento en que Marty abandone la casa, ya no tendrá a nadie que le haga compañía. Por eso, cuando su hijo conoce a la que cree que es la mujer de su vida, la anciana hará todo lo posible para evitar que la relación llegue a buen puerto. Pero lo más impactante no es el cambio que sufre el personaje (empieza siendo una madre amorosa y termina convirtiéndose en la típica suegra quisquillosa que hace la vida imposible a la pareja) sino que no podemos dejar de compadecerla, pues entendemos perfectamente su motivación para actuar de esa manera: el miedo a perder lo que tiene, a terminar quedándose sola.

El segundo personaje que sufre las consecuencias este amor inusual es Angie, el mejor amigo de Marty, otro treintañero sin pareja que tiene en nuestro protagonista al compañero inseparable de juergas nocturnas pero que pasa a un segundo plano en el momento en que Marty empieza a salir con Clara. Por ello, Angie tampoco deseará que su amigo se enfrasque en una relación amorosa -la escena en la que, movido por la desesperación, trata de convencer a Marty de que abandone a Clara aludiendo a la fealdad de la muchacha pone los pelos de punta- por la misma razón por la que lo hace la madre de Marty: el miedo a la pérdida y a la soledad.

Así pues, la mejor película de 1955 es una cinta novedosa e impactante, que relata un tema que, aunque en un principio puede parecer baladí, a medida que vamos entrando en harina descubrimos que tiene mucha enjundia, pues no es otro que la forma en que nuestras decisiones influyen en los demás. Y es que "Marty" es en realidad una historia sobre la madurez, sobre la soledad, sobre el sacrificio y sobre la renuncia: Marty tiene una madre y un amigo a los que quiere pero que sin embargo pierde al enamorarse, viéndose obligado a decidir si abandonar a Clara y volver a recuperarlos o seguir con ella y tener que renunciar a ellos para siempre. Ambas opciones le reportan algo de tristeza y en ambas perderá algo, pero deberá sacrificar alguna para poder seguir adelante. El único pero que le pongo a esta gran película es su final abrupto, que llega de sopetón y de forma precipitada, dejándote un sabor de boca un tanto agridulce: se puede decir que la película no tiene final, porque no sabes como acaba la historia, aunque sí por donde pueden ir los tiros. Un desenlace innecesario para una pequeña pero gran película que, de haber durado media hora más, habría sido gigantesca.

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