jueves, 8 de mayo de 2014

1941: EL GRANDE ENTRE LOS GRANDES

QUÉ VERDE ERA MI VALLE

Título original: How green was my valley

Año: 1941
País: EE.UU.
Duración: 120 min.
Director: John Ford
Guión: Richard Llewellyn, según la novela homónima de Phillip Dunne
Música: Alfred Newman
Montaje: James B. Clark
Fotografía: Arthur Miller
Productor/es: Darryl F. Zanuck
Compañía: 20th Century Fox
Intérpretes: Walter Pidgeon, Maureen O'Hara, Roddy McDowall, Donald Crisp, John Loder, Anna Lee, Arthur Shields, Barry Fitzgerald, Patric Knowles et al.

Ganadora de 5 Oscar: película, director, actor secundario, fotografía, decoración

La película relata la vida de los Morgan, una familia de clase obrera que vive en un pequeño pueblo enclavado entre las montañas galesas. A través de los ojos de Huwe, el hijo menor, iremos viendo cómo todo el valle va pasando de la gloria a la decadencia a causa de la precariedad en la que trabajan los operarios de la mina de carbón del pueblo, de la que depende el sustento de las familias. A esto hay que sumarle la llegada al lugar del señor Gruffydd, un joven y carismático párroco con unas ideas un tanto revolucionarias.

Una vez le preguntaron a Orson Welles, uno de los mejores cineastas de todos los tiempos, cuáles eran sus tres directores de cine favoritos. Todos esperaban con ansia sus palabras, pues era interesante saber a quién tendría como referente un artista del calibre de Welles. Él contestó: "muy sencillo: John Ford, John Ford y John Ford". La respuesta les sorprendió a muchos, pero es lógica, pues si en el mundo hay un cineasta por antonomasia, un realizador al que los más grandes (entre ellos, nombres como Spielberg o Scorsese) admiran e incluso imitan ese es John Ford, americano de origen irlandés que tiene el honor de ser el único director de cine que ha ganado 4 premios Oscars y autor de maravillas como "Centauros del desierto", "El hombre tranquilo", "La diligencia" o "El delator" Todas y cada una de sus películas han creado escuela, hasta el punto de ser considerado un nombre de obligado estudio para todo aquel que quiera dedicarse a esto del cine.

Sin embargo, parece que las figuras de Orson Welles y John Ford están ligadas de un modo extraño, pues el destino hizo que ambos directores (posiblemente los más grandes de todos los tiempos) se vieran las caras en la ceremonia de los Oscar de 1941. El primero estuvo nominado por la realización de la que para el 99,9% de la población mundial es la mejor película de la historia: "Ciudadano Kane". Muchos opinan que fue una injusticia que Welles se comiera los cagaos no ganara el Oscar al mejor director ni a la mejor película ese año, pero lo que ninguno de ellos dice es que no caminaba solo: en su misma categoría estaban nominados tipos como John Huston, con "El halcón maltés"; Alfred Hitchcock, con "Sospecha"; y John Ford, con una película que, aunque no alcanza la calidad del biopic de Charles F. Kane, es digna de quitarle el premio a tan alabada cinta.

"Qué verde era mi valle" es lirismo puro. La belleza de sus imágenes, cimentadas en la excelente fotografía de Arthur Miller (que ganó el Oscar en esta categoría), casa a la perfección con una historia que, aunque sencilla e intimista, combina perfectamente momentos cómicos con otros más melancólicos, dramáticos o tensos. El relato, además, está lleno de secuencias antológicas, como la del discurso de la madre ante los huelguistas o aquella en la que, tras recuperarse de un accidente que a punto está de costarle la vida, TODO EL PUEBLO acude a su casa a cantarle una canción. En este sentido, cobra especial relevancia la secuencia del ascensor de la mina, ejemplo máximo de lo que es (o debería ser) en realidad el cine: una narración donde la imagen es la soberana y la palabra su vasallo.

También es "Qué verde era mi valle" un ejercicio ejemplar de iluminación, cuidada al milímetro en todos y cada uno de los planos: a lo largo de todo el metraje existe un claro contraste visual entre la alegría y la vida -la luz- de la superficie y la tristeza y el sufrimiento -la oscuridad- de las profundidades. Un contraste que, empero, no resulta brusco en ningún momento, pues las escenas se suceden unas tras otras de manera muy fluida, gracias fundamentalmente al cariño con el que John Ford cuenta la historia. No en vano, estamos ante su trabajo más personal: el valle en el que viven los Morgan bien puede hacer referencia a su Irlanda natal, al igual que el personaje de Huwe puede ser considerado el trasunto del director en la pantalla.

Dejando de lado los aspectos técnicos, en "Qué verde era mi valle" también es notable la labor de los actores. Porque, si algo es esta película, es ante todo una historia de personas. El pequeño Roddy McDowall interpreta con mucha dulzura al joven Huwe Morgan, protagonista de la historia. Alrededor de él pivotan los demás personajes, entre los que destaca el reverendo Gruffyyd, encarnado por Walter Pidgeon: un personaje de capital relevancia en la trama, porque simboliza los cambios que se van a producir no ya en el pueblo, sino también en el seno de la familia Morgan y, sobre todo, en el pequeño Huwe. En él va a encontrar el muchacho los motivos para seguir adelante en la vida, para superarse a sí mismo, para llegar más lejos que nadie en el valle.

El otro personaje importante es el señor Morgan, interpretado inmejorablemente por Donald Crisp, digno merecedor del Oscar al mejor actor secundario. Es el suyo un rol que abarca gran cantidad de registros: desde la furia del autoritarismo (la desgarradora secuencia de la cena en la que sus hijos deciden ir a la huelga), hasta los momentos más entrañables (cuando realiza con Huwe el problema de la bañera), pasando los más dramáticos (el accidente de su mujer). Igualmente significativa es la relación que mantiene con su hijo menor, su único atisbo de esperanza, la última oportunidad que tiene de lograr que alguno de sus descendientes sea alguien importante. En este sentido, destaca el final de la anteriormente mencionada secuencia de la cena: impagable la reacción del padre cuando el muchacho le revela a qué se quiere dedicar en la vida. Imposible no identificarse con él.

Resumiendo: puede que "Qué verde era mi valle" no alcance la maestría técnica de "Ciudadano Kane" o que su guion no tenga nada que hacer ante el de la cinta de Welles, pero su belleza estética, la emotividad de su historia y el amor que le imprime Ford a cada fotograma son motivos suficientes como para considerarla una justa ganadora del Óscar a la mejor película del año 1941.

Aquí tenéis el vídeo de la película completa en su versión española.



by Chuparrocas

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